“La pichanguita de mi vida” | COLUMNA

Marcar un gol en una final, fallar un penal, lesionarte o estar en la banca, son cosas que marcan la vida de una persona que le gusta jugar al fútbol…

El primer partido oficial de mi vida fue cuando tenía alrededor de 11 años, jamás olvidaré la emoción de ser considerado en el primer equipo, en ese momento fui la envidia de mis amigos; recuerdo que llevaba puesto un polo color rojo, un short medio crema o rojizo (será pue por la tierra de “El Colorado”) y mis infaltables llanques marca goodyear, planta doble todo terreno, fabricado por el vecino del barrio Don Eladio Cruz (Lamentablemente falleció en febrero del 2021).

El primer equipo estaba conformado por renombrados deportistas de aquellos tiempos, Calin, Joshana (+), Zurdo Rodríguez, Manuel Cueva (+), Quipicho, mi Tío Mashico, Viejo Puscán, Cachito, Burga, Ze Carlos, Comino, Poquioma (Bola) y muchos más, que se reunían diariamente a eso de las 04:00 de la tarde en el coloso de “El Colorado” para disputar los encuentros más emocionantes y reñidos que he podido disfrutar.

Mi aparición en el primer equipo fue gracias a que solo había 13 jugadores en la cancha, todos esperaban un jugador más y yo estaba sentadito en una esquina cruzando los dedos para que nadie llegue; corría los minutos y nadie aparecía, de pronto escuche una voz que me decía “Hey chibolo ven juega y desahuevate”, sinceramente fueron las mejores palabras que pude escuchar y de dos pasos ya estaba al lado de la pelota de cuero de 32 paños.

El partido inicio y yo corría tras de la pelota por toda la cancha, tratando de demostrar que estaba hecho para las grandes ligas, lo primero que conseguí fue sacar la lengua en 5 minutos; sin darme por vencido continúe jugando y cada vez era más exigente el encuentro, esto debido a que las apuestas eran fuertes.

Los minutos pasaban y empezaron a llegar los goles, gritos de alegría, de rabia y miradas de confusión entre algunos jugadores; gracias al trabajo en equipo nos adelantemos en el marcador por 4 goles a 2; a pocos minutos de terminar el encuentro recibí un pase frente a la portería y en primera le metí un uñazo al balón que entro al arco acompañado mi llanque, aunque mi dedo se quedó adolorido por unos días, no me importó, porque lo grite como un gol de la final de champions.

Si bien es cierto que mi primer partido con los grandes -como los llamábamos – terminó con un resultado positivo, esto marcó mi vida y aprendí que con cada oportunidad no hay que darse por vencidos, hay que dejar todo en la cancha aunque salgas lastimado, muchos lo llaman “derecho de piso”.

Para culminar este relato tengo que confesarles que recibí muchas palabras de aliento: “Bien chibolo”, “Así nos desahuevamos”, “Te ganaste tu marciano” y “Si no la hacías te pateaba”. Fin.

JH Tinoco

06-08-2021

Actualidad

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