¿Por qué marchar? | COLUMNA

“Lejos de ningunear, despreciar o reprimir las manifestaciones, nos toca valorarlas y protegerlas”.

Primero, porque las marchas ayudan a construir ciudadanía, un reto siempre pendiente en el Perú. Y es que, aunque solemos sentirnos orgullosos de haber nacido en este pedazo de territorio, los peruanos no llegamos a comprender y practicar a cabalidad nuestro rol como ciudadanos. Manifestaciones como las de esta semana nos ayudan a entendernos como parte de un colectivo cuyos intereses superan a los particulares, y nos dan consciencia sobre nuestros derechos y deberes, aspectos fundamentales para ser y sentirnos ciudadanos de una república.

Segundo, porque las marchas ayudan a hacer menos imperfecta nuestra democracia, un sistema de gobierno en el que –idealmente– los políticos deben estar en sintonía con las demandas, anhelos y frustraciones ciudadanas. Las marchas brindan esta información con la contundencia que ninguna encuesta puede dar. Ante la claridad de los mensajes, la relación entre representados y representantes se facilita.

Tercero, porque las marchas nos acercan. Participar en ellas es caminar junto a miles de individuos desconocidos de quienes seguro estamos distanciados en muchas dimensiones. No obstante, esa causa común que nos saca a la calle es suficiente para vernos reflejados en el otro, tolerarnos más y confiar más. Y eso ya es bastante.

Y cuarto, porque las marchas consiguen cosas muy concretas. En las últimas 72 horas, las movilizaciones han logrado que se caiga el cuestionado proceso de elección de miembros del Tribunal Constitucional, que la mafia de Telesup retire la matonesca carta notarial que había cursado a la Sunedu, e incluso que el voto de confianza al gabinete Flores-Aráoz peligre.

Por todas estas razones, lejos de ningunear, despreciar o reprimir a las manifestaciones, nos toca valorarlas y protegerlas. Y el político que no lo entienda debería ir jubilándose.

Joaquín Rey (@joaquinreyh)

Fuente: Perú 21

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