Coronavirus | La travesía de los Awajún | COLUMNA

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La necesidad de regresar a casa a pesar de los accesos restringidos.

Por: Kristhel Angeles Rubio

Entre vastos terrenos de ceja de selva zigzaguea la serpiente de oro. Sale con más fuerza desde el pongo de Rentema, donde su furia aumenta gracias a los ríos Utcubamba y Chinchipe. Avanzando al nororiente, se esconde entre la tupida vegetación del distrito de Aramango, atraviesa el territorio de Imaza para perderse de vista entre las montañas. El calor es sofocante, pero el camino continúa entre cedros, tornillos, moenas, ponas y helechos gigantes. Cada cierta distancia observas viviendas de madera con techos de paja o calamina. Aun cuando no hay sol, la sensación térmica te acosa, pero al fin, cruzas los 144 metros del puente construido sobre el río Nieva. Dejas atrás el centro poblado de Tayntusa, puerto fluvial, y continúas la ruta hasta que se bifurca: una vía te lleva a Sarameriza y otra a tan ansiada capital de la provincial de Condorcanqui, Santa María de Nieva, donde nuevamente aparece caluroso, espléndido e imponente el río Marañon.

Viajar desde Bagua a Santa María de Nieva es un trajín de 5 horas en carro particular y 7 horas en transporte público, mientras soportas temperaturas superiores a los 25 grados centígrados. Los conductores enfrentan sus vehículos a una carretera pavimentada, angosta y llena de baches que supera los 222 kilómetros. Pero ¿se imaginan desplazarse a pie por estas tierras? En otras circunstancias nadie lo haría, ni siquiera lo pensaría, pero en tiempos de pandemia, esta ruta es el suplicio obligatorio de los caminantes awajún y wampis, que superan el punto de control en Corral Quemado.

Paatsa – seudónimo de un joven awajún de 21 años y víctima social del coronavirus – caminó por esa ruta, soportando el calor y el hambre. Pudo disfrutar de los paisajes, pero no lo hizo porque estaba más preocupado por llegar a casa, allí en la comunidad nativa de Chapiza, distrito de Río Santiago, donde por lo menos tiene un lugar para estar, donde no le hace falta plátanos ni yucas para alimentarse. Con voz tímida y algo incómoda me dijo muy cortante que, caminó dos días desde de Bagua a Santa María de Nieva sin probar bocado alguno.

Él no lo sabe, pero nuestros caminos se cruzaron aquel jueves 28 de mayo, en el punto de control para ingresar al centro poblado de Juan Velasco Alvarado, Paatsa estaba sentado al margen derecho de la carretera, esperando que las autoridades dispongan su traslado a un centro de aislamiento para cumplir con la cuarentena obligatoria. Nunca nos vimos, pero el personal del Servicio de Atención Médica de Urgencia (SAMU) nos informó que tres caminantes habían dado positivo a la prueba rápida, uno de ellos era él. Después de cinco días, por teléfono le pregunté si había recibido ayuda de las autoridades provinciales o regionales para su retorno, me dijo “no”, si algún carro había accedido a darle un aventón, me dijo “no”, y cómo hacían con su alimentación, me dijo “nada”. Intenté hacer la conversación más fluida, pero sus monosílabos superaban las barreras de las murallas del complejo arqueológico Kuélap, incluso lo percibí irritado cuando me dijo que había estado un mes fuera de Condorcanqui. No pudimos conversar más, porque a los 5 minutos me cortó la llamada, después de un silencio de 7 segundos.

Caminantes: historias incontables

Las autoridades no conocen las cifras exactas de los pobladores que están retornando a Condorcanqui, producto de la crisis económica y social que ocasiona el coronavirus en el Perú. Solo se sabe que sinnúmeros de personas de las etnias awajún y wampis regresan caminando – o si algún conductor se apiada de ellos viajan ciertos tramos en camiones de carga – desde Lima, Trujillo, Chiclayo, Tumbes, Jaén y otras ciudades. “El desempleo, recursos económicos muy bajos, que no tenían dinero para subsistir en la ciudad, como pagar sus alimentaciones, como comprar sus productos para su consumo, y también pagos de alquileres, muchos paisanos han sido botados de sus habitaciones, es por ello que decidieron caminar”, nos comenta conmovido el líder del Centro Waimak de Jaén, Yatsut Nicolás Juep, joven awajún de 24 años, quien se preocupa por el destino de sus hermanos.

Oficialmente se conoce que, entre el 30 de abril y el 8 de mayo, 52 personas fueron trasladadas desde el puesto de control Corral Quemado hasta Bagua, donde cumplieron cuarentena por 21 días, antes de llegar a su destino final: Santa María de Nieva, Río Santiago o Cenepa. Del total: 39 eran awajún, 11 wampis y 2 mestizos, colonos o apashs (como nos llaman a los que no pertenecemos a su etnia); 22 de ellos dieron positivo a la prueba rápida y 30 resultaron negativos.

En el grupo de los caminantes contagiados, la más pequeña tenía 1 año y 11 meses, cumplió cuarentena junto a su hermanita de 4 años y su padre de 30 años, también positivos. Esta familia awajún se dirigía a Santa María de Nieva.

Aun cuando no me contó mucho de su éxodo, y se limitó a decirme que venía de Bagua, corroboré que el nombre de Paatsa aparece en el padrón de caminantes que se sometió al tamizaje el 30 de abril en el puesto de control de Corral Quemado, es decir, él también regresó de otra región (no sabemos cuál, porque la lista no lo menciona), esperó días para que lo dejen ingresar a territorio amazonense, fue trasladado en camión hasta Bagua, cumplió cuarentena y después de un mes, quien sabe cómo, llegó a Condorcanqui a seguir esperando.

Mientras el personal del SAMU nos tomaba la temperatura con su termómetro digital infrarrojo y nos preguntaba si teníamos algún síntoma de covid, mis ojos miraban disimuladamente a los awajún que estaban en frente, esperando su pase en la garita de control. Ante insistencia de mis compañeros, cerré la ventana de la camioneta y a través de las lunas polarizadas logré hacer algunas fotografías de esos rostros cansados y quemados por el sol, cuatro personas llevaban mascarillas y esperaban bajo la sombra de los árboles, una de las jóvenes tenía en brazos a un niño de aproximadamente 1 año, y al costado de ellos se apilaban sus bolsos y maletas. Este grupo de jóvenes llegaba desde Jaén y se dirigían al distrito de Río Santiago – ubicado a 4 horas de viaje en peque peque desde Nieva.

Paatsa y las cinco personas, que sí divisé, pasaron a ser parte del número de caminantes que hoy cumplen cuarentena en los centros de aislamiento acondicionados por las autoridades del distrito de Santa María de Nieva. Según el subprefecto provincial de Condorcanqui, Octavio Gerardo Shacaime Caballero, las instalaciones están a punto de colapsar:

  • En el Instituto Superior Tecnológico Público Fe y Alegría N° 74 están albergados 72 caminantes.
  • En Pampa Hermosa – local de la Iglesia Católica que se encuentra 10 minutos por río – había tres personas, pero uno falleció el martes 2 de junio, tras registrarse un cuadro de vómitos y diarrea. En este caso, el joven awajún de 22 años llegó de la ciudad de Lima el sábado 30 de mayo y cuando le realizaron el tamizaje dio negativo.
  • Y en el Hospital de Nieva, hay tres casos confirmados de covid, que serían asintomáticos. Uno de ellos es Paatsa.

Más allá de estos números, nada está claro. Según el subprefecto, muchos caminantes burlaron a los policías y militares en la zona limítrofe de Amazonas y Cajamarca. En horas de la noche, descendieron al margen del río Marañón, se desplazaron por sus orillas y cruzaron sus aguas “… bastantes personas han ingresado, yo tengo fotos, videos que me han enviado”, dijo Shacaime Caballero, quien accedió a enviarnos dicha evidencia y hasta la fecha no lo hace.

“Eso es lo que hemos podido identificar… también tenemos conocimiento que personas han ingresado a sus comunidades, digamos no por las vías principales, no por las carreteras, sino por caminos adyacentes a ellas que conocen muy bien porque son de acá de los lugares y saben cómo caminar y han ingresado…, pero de alguna manera ellos por voluntad, por iniciativa propia se han aislado, ya que también la misma comunidad, la presión social comunal hace que ellos se aíslen… en los tambos donde realizan su caza y pesca…”, mencionó la autoridad política al reconocer que no tienen una cifra exacta de caminantes.

En Jaén, el Centro Waimak registró que 90 personas regresaron a la zona de Condorcanqui e Imaza, incluso antes que se emita la disposición del aislamiento social obligatorio.

El coronavirus forzó a muchos peruanos a truncar sus sueños, sus anhelos de lograr una vida mejor. Los compatriotas del sur fueron los primeros que iniciaron su travesía, regresaron a Huancavelica, Huánuco, Puno, etc. Unas semanas después, fue el turno del norte, y entre todo ese tumulto empezaron a transitar nuestros hermanos awajún y wampis, con la esperanza de que en sus tierras originarias tendrán un techo y productos agrícolas para alimentarse mientras enfrentan a la amenaza letal del covid. ¿Qué hubieran hecho en este caso, sin techo, sin trabajo, sin comida? En lo que a mí respecta, hubiera optado por buscar la manera de regresar a casa.

Corral Quemado, el puente de la espera

Era 22 de marzo, no terminaba ni la primera semana de aislamiento social decretado por Martín Vizcarra y aún estábamos lejos del día en que se registró el primer caso de covid en Amazonas, pero las autoridades regionales – temerosos de que el virus sea importado – estaban decididas a cerrar las fronteras.

Una de ellas fue el puente de Corral Quemado. El lugar que en algún momento fue estratégico para conectar el nororiente con la costa peruana, se había convertido en la principal preocupación. Aquel punto que conecta Amazonas con Cajamarca (Jaén) a través de un puente de 204 m que surca a la imponente serpiente de oro de Ciro Alegría, de la noche a la mañana se convirtió en un puesto de control estricto, vigilado por policías y militares, además del personal de salud que controlaban la temperatura de los conductores de vehículos que transportaban productos de primera necesidad.

Los días pasaron y la cuarentena se seguía prorrogando: quince días más, quince días más y quince días más. Ya era fines de abril y primeros días de mayo, cuando empezaron a publicarse a través de las redes sociales que un grupo de caminantes nativos de la zona de Condorcanqui estaban varados en el puente Corral Quemado:

“… nuestros hermanos awajún era la mayoría quienes estaban trancados sin pase… ellos no tenían ni un sol para que puedan tomar agua, son un aproximado de 60 personas que están desde ayer y grupo de personas que llegaron desde diversos lugares caminando 5 días, muchos de ellos están quemados de sol y nos dan pena, esta noche ellos dormirán en la pista no tienen otras opciones…”, informó Yatsut Nicolás a las autoridades de Amazonas a través de mensajes.

Yatsut Nicolás Juep, nació en una comunidad nativa, a cuatro horas de la capital del distrito de Imaza por vía fluvial. A sus 11 años ingresó al Colegio Fe y Alegría N° 55 “Valentín Salegui”, ubicado en Imacita. Posteriormente se fue a radicar a Jaén, donde lidera el Centro Awajún Waimak (jóvenes visionarios). Esta oportunidad le dio una visión diferente de la vida y de la cultura de los pueblos indígenas de Amazonas.

El joven awajún critica que haya autoridades que no hacen nada por las comunidades nativas, debido a que no comprenden su cultura. Pero también, reconoce y lamenta que muchos de sus paisanos son “haraganes”, que no emprenden y que a pesar de las extensas tierras que poseen no las cultivan.

El nuevo enfoque de Nicolás Juep no lo aleja de su comunidad ni de su etnia, al contrario, está ávido por apoyar a sus paisanos. Él llegó al puente de Corral Quemado para verificar las condiciones de los caminantes nativos, pedir apoyo y coordinar con las autoridades de Condorcanqui e Imaza para el traslado a sus zonas de origen.

Era 5 de mayo, y a través de una transmisión en vivo el Diario Ahora recogía la solicitud de traslado de los condorcanquinos que esperaban la luz verde en el puente 24 de julio. “Estamos pidiendo apoyo porque estamos sin comer, algunas gentes han venido de Lima, están sin plata… estamos hablando de 30 personas, niños, mujeres, están sufriendo porque no tienen comida que comer… nos dicen que alcalde ya ha enviado el camión… eso nos dijeron más de tres días…”, comentó uno de ellos. Otro contó que había llegado de Lambayeque el sábado 2 de mayo, en horas de la madrugada, y desde esa fecha no tienen apoyo del alcalde, y que por último este no les contestaba el teléfono: “nosotros solo queremos que el alcalde nos dé la posibilidad de regresar a hacer la cuarentena en un albergue donde él nos indique para hacer, porque acá corremos un riesgo, nosotros venimos de Lambayeque y otros de Lima y no sabemos quiénes están contagiados”.

Así pasaron varios días, a muchos condorcanquinos les tocó dormir en la intemperie, soportar temperaturas por encima de los 24 grados centígrados, comer de la misericordia de los vecinos y en alguno de los casos someterse a ayunos forzados, pero mantuvieron la esperanza de llegar a sus comunidades nativas, nada perdían, al fin y al cabo, solo faltaba 241.5 kilómetros para estar en casa y tener algo para alimentarse.

Cerca de casa

Los awajún son el segundo pueblo amazónico más numeroso del Perú y en base al Censo Nacional 2017 y otras investigaciones se estima que su población es de 65, 828. Según la base de datos del Ministerio de Cultura, los awajún viven principalmente en el departamento de Amazonas, en las jurisdicciones de Condorcanqui y Bagua. A decir de Regan, Jaime (2003), para ellos el concepto de familia o patá es muy importante porque el parentesco es la base de su organización social y del trabajo en chacras que se realiza en beneficio de ese vínculo, al igual que nosotros los mestizos, la familia es el núcleo de la sociedad. El soporte y la seguridad que brinda la familia, ante la sensación de desprotección, producto de una crisis o pandemia, nos hace regresar a casa.

Santa María de Nieva es un punto estratégico para las actividades económicas, de transporte, sociales y culturales de la provincia de Condorcanqui, pero en épocas de pandemia, es un punto casi obligatorio para que los caminantes se enrumben a los distritos de Río Santiago y Cenepa.

Cerca de casa. Aun cuando hay piquetes y garitas de control donde son sometidos a la prueba rápida, aun cuando tienen que esperar y estar aislados 14 días más, el hecho de estar en Santa María de Nieva es reconfortable y las esperanzas se renuevan. En los centros de aislamiento, a los caminantes no les falta alimentación: la comunidad nativa de Chapi les provee de plátanos y la población de Nieva los apoya con arroz y menestras, incluso con dinero para comprar los productos, “la municipalidad dice que no tiene presupuesto, por eso, a través del párroco de Nieva se ha convocado a la población para que apoye”, nos comentó el subprefecto provincial, quien reconoce la labor de la Iglesia y del párroco David Samaniego en estos momentos críticos que amenaza la salud.

Cerca de casa. Lamentablemente, una esperanza se apagó. De los 3 caminantes aislados en las instalaciones de Pampa Hermonsa, Ribaldo Nazario Piapia – joven awajún de 22 años – cedió frente al coronavirus antes de llegar a la comunidad nativa de Alto Kuit. Según el registro de las autoridades, Ribaldo llegó de Lima – después de caminar 10 días – el sábado 30 de mayo cuando caía la noche, le practicaron la prueba rápida y el resultado arrojó negativo, posteriormente fue aislado junto a dos familiares. En la madrugada del martes 2 de junio, empezó a sentirse mal, presentó un cuadro de diarrea y vómitos incontrolables, pese a que informaron al personal de salud de la provincia, nada pudieron hacer y Ribaldo falleció.

Los familiares reclaman la inacción del SAMU. Pero, el jefe de la Red de Salud de Condorcanqui, Carlos Coronel Longinote, explicó que las limitaciones propias de la zona retrasaron la atención del paciente “el centro de aislamiento de Pampa Hermosa era por vía fluvial y en la noche es difícil acceder ahí, las líneas telefónicas es difícil, si se da cuenta las llamadas no entran, es un problema acá el tema de la comunicación”.

El médico condorcanquino nos reveló – con voz serena – que, si el SAMU hubieran llegado y atendido a tiempo al caminante, no hubieran podido hacer mucho, porque el diagnóstico era complicado: “lo que pasa es que ese señor al final tenía comorbilidad, tenía dos enfermedades crónicas…, al parecer ese señor ya tenía un estado de salud en desmedro, y el virus ha ido haciendo efecto desde esos diez días de caminata…” Ante mis oídos sonó algo duro, pero a la vez realista, en circunstancias tan difíciles por culpa del covid, “van a haber muchos errores” solo nos queda seguir adelante. Lastimosamente Condorcanqui “fue declarada como zona de tragedia sanitaria”, porque no tienen mucho personal médico que responda ante la emergencia.

Cerca de casa. El anhelo de Ribaldo de llegar a casa se ha sepultado en Santa María de Nieva, pero, hay otras personas que mantienen viva la llama de la esperanza. El 4 de junio, 17 caminantes más han llegado a la tranquera del ingreso a Juan Velasco Alvarado, allí esperan que se les realice la prueba rápida y que las autoridades encuentren nuevos ambientes para que los aísles – los pobladores se niegan tajantemente a permitir el ingreso de los caminantes en los locales que las autoridades tenían pensado –. En tanto, sinnúmeros de awajún se desplazan por las diferentes vías del Perú y de Amazonas buscando volver a casa.

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