Estanis Mogollón: “El músico peruano tiene talento, pero le falta atrevimiento”

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“La canción es un vehículo que crea sentimientos y también forma conciencias. Estamos tratando de que los compositores vayan cambiando su lenguaje: ya no usar el ‘lárgate’, ‘ojalá que te pise un carro’”, señala el también presidente de Apdayc.

Siempre quiso ser un gran cantante. Pero su talento está labrado para crear las canciones: ¿acaso lo más importante? El camino no lo tuvo claro hasta que alcanzó los 30 años. El alcohol lo había atrapado, no había estabilidad en el hogar, hizo tamales, pasó como ayudante de construcción civil y fue vigilante. En esta última faceta compuso varias de las canciones que luego grabó Agua Marina, que fue su trampolín. Las primeras regalías eran de 30 soles, luego 900, 9 mil, 15 mil y hoy, mejor saquemos la calculadora. “El talento lo descubrí tarde, por eso no hay que tirar la toalla”, dice Estanis Mogollón, lejos de su natal Máncora.

De padre ingeniero agrónomo y mamá cantante, aunque no profesional, a los 8 años de edad en casa se oía a Chopin y Mozart, que lo aburrían, hasta que llegó Leo Dan y se inclinó por esa música. Vino el coro parroquial; el Sexteto Tropical y sus primeras composiciones: “Anhelo” y “Don Juan”. Tenía 17 años, cuando no había posibilidad de imaginar que sería el autor de éxitos de la cumbia peruana como “El embrujo”, “Motor y motivo” y “Te vas, te vas”. La primera de ellas tiene alrededor de 30 versiones en distintas partes del mundo, incluso en jazz y rock. Hoy, como presidente de Apdayc, impulsó el concurso Creando Realidades Libres de Violencia, donde se buscó canciones contra la violencia hacia la mujer.

Lleva más de 700 composiciones. Recientemente, hizo “Una noche contigo” para el Grupo 5, que ya superó los tres millones y medio de visualizaciones en YouTube. Las canciones nacen en su imaginación o en una vivencia, las bocetea tarareándolas y con una guitarra de palo. Luego va donde “un secuenciador”, a quien le indica qué instrumentos quiere en los arreglos y cómo deben sonar. Es más, saca su celular y muestra su última composición.

¿Dónde se aprende a componer tantos éxitos musicales?

Es innato. La música tiene reglas que se deben cumplir, pero creo que la composición es libre y natural. A veces he tenido problemas con mis secuenciadores, porque cuando hacía las canciones, me decían: “No puedes hacer eso, no está permitido”. Yo insistía.

¿Por qué, en este caso, salirse de las reglas funcionó?

Fue un poco de rebeldía ante el establishment que había. Cuando empecé a componer, Armonía 10 y Agua Marina sonaban fuerte y todos los compositores de ese momento hacían canciones en ese estilo. Yo llevaba cosas nuevas y por eso me cerraron las puertas. “Esto no es comercial”, “tiene mucha letra”, “sácame uno como el de Agua Marina”, me decían. Entonces, cuando aparece el señor Rubén Sara del grupo Kaliente y me pide que le haga música, pero con identidad, pensé: “Este señor va a creer en mis locuras”. Le hice arreglos, letras, guapeos y hasta le puse cantante. Primero pegó en la selva con “Cómo hago” y luego vino “El embrujo”.

¿Es cierto que “El embrujo” no gustó al comienzo?

Tuve mucha duda. No me gustó cuando la hice porque era muy trabada y monótona. Pero salió y tuvo pegada. Me pasó también con “Cómo hago”, que la entregué para completar las canciones que me pidieron y a los dos meses me llamaron para decirme que estaba pegando. Con “Tu amor fue una mentira” de Agua Marina pasó lo mismo.

¿Por qué ocurre eso?

Creo que el éxito de las canciones está cuando se trata de historias que le pasan a mucha gente.

Las canciones no solo entretienen, también denuncian. Es el caso del concurso que lanzaron en el que buscaban canciones contra la violencia hacia la mujer. ¿Cuál es la función de una canción?

La canción es un vehículo que crea sentimientos, da emociones y también forma conciencias. Por eso hicimos esa campaña. También estamos tratando de que los compositores vayan cambiando su lenguaje: ya no usar el “lárgate”, “ojalá que te pise un carro”. Debe haber canciones que también hablen de la erradicación de la violencia contra la mujer. Antes lo hicimos con escolares y ahora hemos querido ampliarlo, con el Ministerio de la Mujer, a los compositores en general. Las canciones no deben llevar el mensaje de maltrato a la mujer.

Hoy, ¿en qué momento se encuentra la cumbia?

En el lugar de siempre. El Perú es un país cumbiambero. Lo que tiene que hacer la cumbia es profesionalizarse más, lo que ha hecho Américo en Chile y que ya lo vienen haciendo el Grupo 5 y Deyvis Orosco. El reggaetón y la salsa están fuertes, hasta el rock veo que ha tomado fuerza con el festival Vivo x el Rock, y la cumbia está en un buen momento, pero hay que quitar la idea de que es un ritmo marginal.

¿Aún existe ese prejuicio?

Todavía. Existen casos como el del amigo Tony Rosado, que emplea ese idioma y por esas cosas la gente condena a la cumbia.

Sin embargo, tengo la impresión de que la cumbia norteña se encargó de sacarle brillo al género.

Yo creo que sí. La cumbia norteña, además del estilo que traía, trajo la organización, la disciplina. Y también introdujo instrumentos que antes no se usaban en la cumbia, como la batería. La cumbia norteña revolucionó y le dio un poco más de calidad.

¿Es posible la internacionalización de la cumbia peruana?

El Grupo 5 ya hizo un tema con el colombiano Alberto Barros y alista un tema con Pipe Peláez, figura del vallenato. Se están preocupando por abrir su mercado. Aunque el peruano a veces se queda en la inversión.

Bueno, el Grupo 5 mandó al hijo a Berklee.

Es una visión empresarial bien buena. Pero falta atrevimiento, arriesgarse. Américo ha hecho lo que no hemos hecho en el Perú. Cuando lo vi en Chile por invitación suya, parecía que iba a presentarse Marc Anthony. El músico peruano tiene talento, pero le falta atrevimiento.

Fuente: Perú 21

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