Muchas veces me puse ācoloraoā, cuando mis hermanos empezaban a contar historias de nuestra niƱez, matizadas por mi mamĆ”; anĆ©cdotas que con el pasar del tiempo se fueron convirtiendo en una parte infaltable de nuestras conversaciones en las sobremesas de los domingos o en algunas reuniones familiares.
De estas historias, hay dos frases que se han quedado en la mente de mi familia, frases que por nada del mundo podrƩ borrar de sus recuerdos.
La primera frase naciĆ³ hace varios aƱos, cuando me dirigĆa a casa al salir de mi querido jardĆn 006, de pronto quedĆ© sorprendido al ver un pequeƱo animalito que se movĆa en el suelo, con temor me acerquĆ©, me arrodillĆ© y pude observar que tenĆa varias patitas que las movĆa de una manera sincronizada; luego del impacto inicial me puse de pie y continuĆ© con mi camino.
Mi sorpresa habĆa sido tal, que todo lo que habĆa aprendido en el jardĆn se me olvidĆ³, lo Ćŗnico que daba vuelta en mi mente era el encuentro con este pequeƱo amiguito.
Al llegar a casa, ingrese corriendo a la cocina donde estaban mis hermanos y mi madre cocinando, muy orgulloso gritĆ© a todo pulmĆ³n: āMamĆ”, mamĆ”, yo vito un gushano de mil patash”, de pronto, todos empezaron a reĆr. ĀæQuĆ© pasĆ³?, pues bien, a mi corta edad habĆa aumentado alrededor de 900 patas a mi pequeƱo amiguito, conocido como āCiempiĆ©sā.
Pasado algĆŗn tiempo, ocurriĆ³ algo similar cuando lleguĆ© a casa y mencionĆ© a mi madre, la otra famosa frase: āMamĆ”, mamĆ”, vaca chela vito yo bajo”; hoy, despuĆ©s de muchos aƱos estoy seguro que llegue a conocer a ese animalito que salĆa en las latas de leche gloria, estoy convencido que fue una āVaca Lecheraā.
Como la vida y el tiempo hacen su trabajo, puedo ser consciente que no soy, ni serĆ©, el Ćŗnico en tener sus frases cĆ©lebres de infancia; pues ahora toca compartir una de Mateo: āVamo cushina cumer, allosh, papa, tatash y fafĆ©ā, al escuchar esto, sabemos bien que ha llegado la hora de comer, asĆ que nos dirigimos a la āCocina, a preparar el arroz, las papas, la galleta y el cafĆ©ā porque el chiquitĆn tiene hambre.
Gracias a las vivencias, recuerdos de infancia y las frases de Mateo, he logrado activar mi niƱo interior para coordinar algunas travesuras con mi compaƱero de aventuras; travesuras que se terminan cuando Mateo dice “Chumimir”; asĆ que todos apaguemos la luz, porque ha llegado la hora de ir a dormir.